Pablo sonrió de manera irónica a su lado. Diego, en silencio, levantó a Irene y la colocó en la silla de ruedas. Justo cuando Diego iba a empujarla, Lola se adelantó.
—Yo me encargo. —Dijo mientras empujaba la silla, dirigiéndose a Diego—. Llevaré a Irene, tú espera en el vestíbulo, ¿de acuerdo?
Irene estaba tan cansada que no quería hablar, así que dejó que hicieran lo que quisieran. Diego le echó un vistazo a Irene y asintió. Lola empujó a Irene hacia el ascensor. En cuanto entraron, Lola comenzó a hablar.
—Irene, espero que no pienses demasiado en esto. Diego es una persona muy recta y honorable, y el hecho de que te ayude no significa que tenga sentimientos por ti.
—Parece que te sientes superior por ser la amante. —Irene soltó una risa despectiva.
—Voy a casarme con Diego, lo esperaré.
Lola tenía una expresión poco agraciada y respiró hondo antes de continuar. Irene cerró los ojos. Lola añadió:
—Hace unos días, en la subasta, él me compró un conjunto de joyas de jade, ¿sabes cuánt