27. Esto no tiene nada que ver con el amor
Cuando Cassio se hizo del último botón de la camisa de Kathia y ella relajó los brazos, la prenda cayó silenciosa bajo los pies descalzos de ambos.
Él se alejó de la boca suave y femenina únicamente porque deseaba admirar ese par de pechos, y carajo, eran tan perfectos como los recordaba, aunque más frondosos, hinchados, y con una ligera caída que probablemente había ocurrido después de dar de lactar a su hija, aun así; sin exagerar, Kathia seguía siendo la mujer más jodidamente sexy que hubiese conocido jamás. Se quedó boquiabierto. Pasmado. Excitado.
Kathia vibró bajo su mirada verde e inhaló lentamente. Pasó un trago. Cassio buscó sus ojos después de admirarla como un demente.
— Eres jodidamente perfecta, Kat — le dijo con sinceridad. Embelesado. Perdido. Y volvió a besarla.
Ella gimió quedamente por el impacto y enroscó los dedos alrededor de su nuca, atrayéndolo más contra sí misma, y fui deslizando las palmas por su cuello y pecho, explorándolo con amplitud. Cassio hizo lo mismo