—Fui yo el que la consentía. ¿Tienes algún problema con eso?
Manuel le lanzó una mirada.
—Es tu hermana, ¿cómo me atrevería a objetar?
El foco de Manuel siguió la silueta de Noa y con una voz grave dijo:
—Síguela lentamente.
El conductor respondió inmediatamente:
—De acuerdo.
Noa vestía unas sandalias de tacón medio, lo que le permitía caminar con comodidad. Era de noche, el tráfico era pesado, pero la acera estaba vacía.
Probablemente debido a los hoteles de lujo que rodeaban la zona, había pocos peatones. La mayoría viajaba en automóvil.
Así, Noa caminaba libremente, disfrutando del viento de la noche y respirando aire fresco, lo que también la ayudaba a calmarse. No se percató en absoluto de que dos vehículos seguían su camino lentamente.
Después de un rato siguiéndola, el conductor de Manuel notó algo y empezó a mirar hacia atráse.
Viendo su falta de concentración, Juan le preguntó:
—Conduces o miras atrás, ¿qué estás mirando tanto?
—No es eso, Juan. Es que me di cuenta de que un