ESA MUJER ES UNA BRUJA

Calix

Caminaba por los pasillos de la mansión Elrod, el lugar estaba lleno de lujos y podía decirse que ánimos de fiesta.

Justamente como muchos años atrás, justamente como era antes de la muerte del abuelo, aquel que me animo a escoger una prometida.

Aquel que sonrió lleno de satisfacción al igual que mi padre, justamente cuando escogí a la hija de la familia Dagón, pues al parecer ellos no estaban tan encantados con lo que he hecho.

De casarme con la hija de los Finch, justamente como mi madre y mi familia materna deseaba, caminaba con calma, justamente hasta llegar donde ella.

Aquella que observaba la ventana justamente como siempre solía hacerlo, su vestido negro parecía de la época antigua.

Su cabello negro completamente recogido y podía jurar que sus ojos verdes con aquellas largas pestañas observaban hacia la nada.

Justamente como siempre solía encontrarla, perdida en sus pensamientos, mientras que yo parecía arruinar todo aquello que ella llamaba paz.

Entonces sin más, sin poder siquiera detenerme, no como siempre solía hacerlo, pues siempre que veía aquella expresión en las fiestas solíamos encontrarnos.

Cada que la veía perdida en sus pensamientos, solo seguía mi camino con el afán de no poder verla observarme como si hubiese solo arruinado su vida.

Con solo existir y de verdad odiaba observar aquella mirada suya y aquella expresión y tan llena de desagrado hacia mi parte.

Pues no negaré que aquello me lastimaba.

―Calíope…

Entonces ella giró sobre sus talones y mis ojos se abrieron en grande, su expresión llena de lástima, su dolor reflejado en medio de aquellas lágrimas.

Mi impresión fue tanta, pero mi determinación fue absoluta, pues camine con prisa hacia ella, la tome de la cintura con una mano.

Y con la otra limpié sus lágrimas mientras ella aún no lograba detenerlas, algo que logro que mi corazón se llenara de una manera impresionante.

Hasta el punto de querer acabar con quien sea aquel quien la ha hecho llorar, quien fuese tan terrible en arruinar aquella mirada tan suya.

―Mi amor… ¿Dime quién te ha hecho llorar? Dime quién ha osado en hacerte miserable…

Un gemido de su parte, logro que mi corazón se rompiera de una manera desbordante, en lo que está posiciono sus manos en mi pecho, mi cuerpo reacciono de inmediato ante aquel solo toque

―Tú lo has hecho, tú lo haces, lo haces todo el tiempo, te burlas de mí, te aprovechas de mí, no haces más que hacerme sufrir, no haces más que hacerme sentir miserable…

Aquellas palabras me habían dolido tanto, hasta el punto en hacerme sentir el ser más ruin y terrible del mundo, aquel que no merecía ni un poco de aliento de vida.

―Yo…

―No te atrevas a disculparte, cuando los dos sabemos que no es cierto, cuando los dos sabemos que me odias, que me tratas como a una basura, cuando los dos sabemos que jamás he sido de importancia para ti.

― ¿Cómo puedes decirme algo como eso? Calíope, eres la única en mi vida, la mujer que amo y la única que posee mi corazón y cuerpo.

―! ¡Mentira! ¡No me mientas! ¡No te atrevas!

Sus palabras habían salido casi en un grito, algo que logro que mi corazón se detuviera, la tome de nuevo de la cintura y sin más la bese.

Lo hice con un deseo y aun amor único, con todo lo que me poseía desde lo más profundo de mi corazón.

―Lo lamentó, jamás he querido hacerte daño, jamás he querido que te sientas inferior a mí, eres única para mí, la única mujer y cada mujer que toca cada una de ellas, todas son porque tienen algún detalle que me hace recordarte, porque tú eres la única, la única.

La tome con fuerza, la bese con una fuerza logrando que esta diera un gemido y cuando sus ojos verdes llenos de lágrimas lograban abrirse al separarse de mí.

Noté como sus mejillas estaba tan rojas y su expresión era tan diferente a la que una vez vi, mientras que sus ojos aún llenos de lágrimas me observaron con un deleite.

Qué m*****a sea me estaba volviendo loco, entonces ella soltó su vestido y mi cuerpo reacciono de inmediato a su denudes.

Mientras que levante la mirada en busca de que no lograran verla en de esta manera, pues su cuerpo era solo mío y mataría a cualquiera qué osara siquiera en mirar hacia mi mujer, mi esposa.

―Entonces demuéstrame que me amas solo a mí, solo a mí.

Ella posicionó sus manos en mis mejillas y logro que la observará fijamente, entonces yo vi sus grandes pechos al aire libre y me deleité aún más.

Por lo que cuando estaba a punto de tocarlos, cuando estaba a punto de deleitarme con ella, sin más escuche mi nombre una y otra vez.

Al principio con su dulce voz llena de gemidos, y luego aquella voz se fue distorsionando, hasta el punto de abrir los ojos y notar que era llamado desde la puerta.

Y que me había quedado completamente dormido, mientras que mi virilidad estaba más activa que nunca, haciendo que diera una maldición llena de fastidio.

―Maldita sea, ¿cómo es que duermo contigo m*****a bruja?

Di una y otra maldición, pero la puerta de mi oficina no paraba de sonar en ningún momento y eso de verdad que me fastidiaba.

Tanto hasta el punto de levantarme de mi asiento y caminar hacia la puerta, nos sin antes ver el desastre que tenía en la parte baja de mi uniforme.

¿Qué era un maldito adolescente? ¿Tan pervertido era? Sin duda era desastre, por lo que cuando abrí la puerta y noté la mirada de aquella, supe que la visita no era nada formal.

―Hola capitán… He venido a darte mis más cariñosos saludos…

Sonríe un poco divertido, entonces recordé las palabras de mi esposa, aquellas en las que esta me indicaba que de estar con otra mujer.

Ella solo acabaría el trato, pero nosotros no habíamos dado inicio, se daría justamente cuando ella viniese a vivir aquí, por lo que mientras tanto.

¿Qué no podía divertirme antes de estar atado a esta hasta procrear a un heredero? Sonreí un poco divertido ante ella.

Entonces, cuando noté los ojos castaños de la mujer que estaba a punto de entrar a mi oficina, la detuve, al sentir que mi erección se había ido por completo.

No importa que tan escotado fuese su vestido, no importa cuánto mostrara sus preciosos pechos, los de Calíope eran más hermoso, mucho más hermosos.

Y entonces lo entendí, m*****a bruja, ella me estaba volviendo loco.

― ¿Capitán?

―Lo lamento, debo irme a una reunión importante, por lo que no puedo recibir tu cariñosa visita.

―Pero capitán habíamos hecho planes, usted y yo…

―Lo lamento…

No le di oportunidad de decirme nada, solo caminé con prisa hacia la salida de la oficina, subí a mi auto y di algunos golpes al volante.

Sobre todo, al notar que no se levantaba, que no había nada ahí abajo ¿Qué carajos me estaba pasando? Pero Calíope en el sueño.

Y entonces, al pensar en ello, solo se había levantado, debo estar volviéndome loco, ¿estaré averiado? Sin duda alguna lo estaba.

No hice más que pensar en el hecho de qué estaba estropeado, que estaba arruinado, que todo debe ser no más porque estaba iniciando con la andropausia.

¿Qué estupidez estaba pensado? No me daría algo como aquello hasta mis cincuenta años, ahora estaba en la flor de mi juventud, era un hombre sano y saludable.

Muy viril, uno que podía con todo, toda la noche si era posible, pero ¿Qué había pasado? El asco que sentía, el terrible deseo de correr, y el sentido de repudio hacia aquella mujer.

Hace algunas semanas la había devorado con tanta pasión, tal vez es porque necesito una nueva, no, ya no tendré más oportunidad, después de esta noche.

―Elrod…

Entonces la observé, su rostro estaba muy cerca, sus ojos verdes me observaban de aquella manera y tan cercana.

Observe sus labios rojos gruesos, sus largas pestañas y su cabello negro que tenía algunos cabellos sueltos por su cuello, y al instante, mi virilidad solo funciono sin más.

Mis manos estuvieron a punto levantarse de tomarla de la cintura y posicionarla en mis piernas, mientras que mi boca deseaba besarla de la misma manera que aquel sueño.

¿Qué carajos me pasaba?

―estás muy cerca…

Ella sonrió, se alejó un poco y me observo como si fuese un bicho muy raro.

― ¿Qué haces aquí?

―Estoy cumpliendo con mi papel, ¿ya lo olvidaste? Nosotros acordamos que seriamos algo así como buenos esposos, lo haríamos hasta que te dé aquel heredero que tu familia pide…

Era cierto, pero ella siempre solía evitar estos eventos, sobre todo, cuando se trataba de estar conmigo a solas, pues en su rostro podía notar el fastidio y él repudió que me tenía.

Pero entonces verla tan cerca, allí de pie, con su vestido negro, tan parecido al sueño, carajo, ese vestido es horrible.

Pero aun con aquel horrible vestido, ella podía hacer notar aquella silueta tan maravillosa que agradecía que los hombres no lo notaran.

― ¿-En qué tanto piensas? ¿Estás pensado en cosas pervertidas?

― ¿Qué soy un niño pequeño? No necesariamente todo lo que pasa por mi cabeza se trata de tonterías sexuales…

― ¿De verdad? Siempre he considerado que eres muy extraño, o no más bien eres de esos hombres que piensa más con el cuerpo que con el cerebro, deberías leer un poco, eso tal vez te ayude en el futuro a entrenar el músculo, no es tan bueno, si no entrenas el cerebro…

Ella tomó asiento a mi lado, mientras que yo apreté mi mandíbula y la observé con un gesto lleno de molestia, entonces lo vi.

Tenía esa pequeña sonrisa, aquella que siempre mostraba cada que me insultaba y sabía que me molestaba, era como si disfrutara el verme molesto.

Ella sin duda era la mujer qué había nacido para hacerme sentir como una basura y lo peor, era que al final no me sentía mal, pues saber que lo disfrutaba, hacía que yo también lo hiciera.

¿Tiene eso siquiera sentido? Nada con Calíope tenía sentido si era sincero, nada.

Note como la mujer iniciaba a cantar y como ella se quedó en silencio, ¿cómo había llegado a la ópera sin siquiera darme cuenta?

Estaba tan ensimismado en mis pensamientos, que solo había llegado sin más, sin contar que tenerla a mi costado lograba inquietarme un poco más.

Y cuando inicio el estribillo y una pareja salió en medio del lugar bailando mientras la voz de aquella mujer resonaba.

Mis ojos fueron directamente hacia ella, Calíope, quien los observaba a los dos con una mirada tan llena de anhelo.

Tan llena de tanto, y los celos me invadieron por completo, aquel sentimiento irracional y sin vergüenzas, que solían agobiarme desde el día que ella ofreció el divorcio.

Tanto así que no pude contenerme y sin más, solo dije las palabras menos indicadas.

― ¿Tienes un amate Calíope?

Ella alejó su mirada bruscamente del escenario, me observo como si estuviese analizando mi pregunta y aquello me hizo negar más y más.

Tanto que llegue hasta el punto de estar por levantarme y arrastrarla de la mano a un lugar solos, los dos y exigirle quién era, porque yo lo mataría sin piedad.

― ¿Y si lo tengo qué? ¿Qué puedes hacer o decir al respecto?

Apreté mi mandíbula, era cierto, ¿con qué derecho podría yo decirle algo semejante? Pero eso me hacía enojar y sentir aún más terrible.

― ¿Entonces si hay otro hombre?

―No, pero si lo hubiese, no eres quién para decirme nada, ahora cállate, eres de esas molestias en el teatro…

Apreté mis labios, no sabía por qué había sentido tanto alivio al escuchar sus palabras a pesar de venir con un regaño, en lo que observé cada detalle de su perfil.

Su nariz respingada y sus labios exquisitos, que me volvían un verdadero loco, esta mujer, desde niña, era la mujer más hermosa que jamás había visto en mi vida.

Era gracioso que nadie pudiese ver más allá de la ropa que usaba, o de la forma de peinarse, pero yo lo sabía, no tenía que ver más allá, era hermosa.

Tan pura, tan perfecta, que alguien como yo, no era más que una abusara que no la merecía.

―Deja de mirarme, no me gusta…

―No puedo ver a mi esposa tan hermosa que es…

Esta me observo con aquellos ojos suyos tan lleno de asco y molestia, mientras que yo solo sonreí con sorna, sabiendo perfectamente que me maldeciría.

―aún no tienes que esforzarte, después de todo, debes hacerlo solo cuando estemos en la cama, pero te doy puntos por intentarlo…

―No lo hago por eso, solo lo digo por el hombre devoto a su esposa que soy.

Ella sonrió con ironía, me observo de arriba abajo y pareció examinar algo en mí que nunca había encontrado.

―Los perros, no son devotos, solo viven al aire libre y van en busca de comida cuando la necesitan, así que… No creo de a mucho que alguien como tú pueda siquiera conocer esa palabra “Devoto”

Tuche, había sido un golpe bastante bajo, pero yo solo aproveche mi estatura, la tome de la muñeca y la atraje hacia mí.

La bese con fuerza, justamente como lo había hecho la noche anterior y cuando me separe le dije la mejor frase que podía ocurrírseme.

―No todos los perros somos iguales, algunos solo nos marchamos, pero volvemos con nuestro amo, ya sabes, no hay lugar como el hogar y yo tengo el mío que me espera hace mucho.

No espere la reacción que vino de parte de Calíope, pues aquella, sin más se había levantado, había levantado la mano y me había dado un fuerte golpe en la cabeza.

Mientras que yo la observaba con sorpresa, ella tenía las mejillas sonrojadas y luego de unos segundos hablo con un tono tan suyo.

―Te golpeé, porque lo merecías, agradece que no hice nada más…

Y sin más se marchó, mientras que yo mostré una pequeña sonrisa y acariciaba mi cabeza, en lo que sonreí de nuevo examinando realmente, lo qué había sucedido.

Pues ¿Qué me estaba pasando? ¿Me estaba volviendo loco? ¿Por qué, de ahora en más, solo estoy obsesionado con mi esposa?

¿Qué no se supone que la odiaba tanto como ella a mí?

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