Tercer round

“Dejad, a los cuerpos el placer; y el goce, a las almas”

A.K.M

Mario acaricia el cuerpo de María, reconociendo en ella los puntos más débiles que le permitan accesar a sus emociones más volátiles. Mientras su mano acaricia sus muslos y la ciñe a su cuerpo, ella recorre su espaldas y brazos y como en un tobogán se desliza por su columna hasta encontrarse con sus glúteos definidos y torneados.

Él la lleva hacia la cama, ella se sienta en la orilla, se acuesta y él sobre ella. Besas sus labios, su cuello, su pecho. María mueve sus caderas al ritmo del placer que siente al contacto de sus labios entre su pecho, él mete la mano para dejar su seno expuesto a sus caricias. Pasa su lengua por el pezón, ella sostiene su cabeza, mientras gime y arquea su espalda.

Mario, se desliza hacia abajo, se arrodilla y comienza a besar su pélvis, ella abre sus piernas, no necesita hablar para que él intuya su deseo de ofrecer su flor. Con sus labios recorre su entrepiernas dilatando el momento en que ella pueda sentir sus labios humedeciendo los de ella y haciendo que su vagina cobre vida.

María espera ese momento entre jadeos y finalmente él posa sus labios por encima de la tela de seda que transmite la humedad de su saliva hacia sus pliegues, sujeta su cabeza con fuerza. Él le quita el pantalón de seda, se interna entre sus pliegues y con su lengua saborea sus pétalos abiertos, ella con ambas manos abre esos pliegues para que él pueda lamer su cartílago rosado con más de 8mil terminaciones.

Abre su piernas a 180° para poder sentir sus caricias a plenitud, sus piernas comienzan a temblar, ella intenta estirarlas lo más que puede para resistir el placer que él transmite. Mientras ella enloquece él con su otra mano frita si lámpara de Aladino, cuando escucha sus gemidos y comienza a fluir sus líquidos vaginales, él se levanta y la embiste con sus caderas mientras sostiene sus piernas.

La conexión entre ellos, es tan fuerte que sus miradas se mantienen en un mismo objetivo, los ojos de su compañero. Mario se sube sobre ella la besa, ella siente el sabor de su propios fluidos, él se arquea y antes de correrse, saca su falo y le riega el pubis.

Para Maria aquella sensación de goce absoluto, le provoca cierta emoción e inevitablemente se escapan algunas lágrimas. Mario exhausto, a su lado, la observa.

—¿Tan mal estuvo? —pregunta él intectando cambiar su estado de ánimo.

—¡No, tonto! No me entenderías si te lo explico. Ven abrázame para estar segura de que no estoy soñando.

Él se voltea hacia a ella y la abraza.

—Es la mejor disculpa que he recibido en toda mi vida —dice él y ríe. Ella mueve su cabeza de lado a lado sonriendo por su comentario.

—¡Es la primera disculpa que le ofrezco a alguien! Normalmente suelo recibirlas, no darles.

—Siempre hay una primera vez. ¿Me acompañas a ducharme?

Ella asiente, él se pone de pie, le ofrece su mano y la ayuda a levantarse.

—Aún me tiemblan las piernas —comenta ella.

—Esa es la idea —responde él.

Entran a la ducha, ambos se enjabonan, uno al otro. Ella siente cosquillas cuando él pasa su mano jabonosa por la enntrepierna. Él se eriza de punta a pie cuando ella besa su espalda húmeda y sus manos sostienen su mástil.

—¿Segundo round? —pregunta él.

Ella sonríe. Como sobran las palabras cuando son las pieles las que hablan y el deseo au eco.

Mario la pone de espaldas a él, contra la pared, ella arquea su espalda y eleva sus caderas, él separa con sus manos sus glúteos, y la embiste por segunda vez, con fuerza, con intensidad, con lujuria, con un deseo inhóspito que no había sentido antes.

Ella gime de placer con sus movimientos, echa sus brazos hacia atrás, lo sujeta por las caderas e impone mayor fuerza y rapidez en las caderas de Mario. El agua de la regadera, deja que sus cuerpos se refresquen mientras hacen el amor, un par de desconocidos que parecieran reencontrarse nuevamente.

Luego de esa segunda jornada, salen del baño. Ella se seca para volver a su habitación.

—¿A dónde vas?

—A mi habitación…

—No te vayas, quédate conmigo. Quiero despertar, verte a mi lado, y no creer que te soñé.

—Ummm sólo sí… —ella hace una pausa y él mira extrañado— si me brindas algo de comer, estoy hambrienta.

—Mejor, llamo a un delivery y pedimos algo, estoy exhausto —se lanza en la cama boca arriba.

Ella lo observa detenidamente, piensa si merece aquella ilusión. Por tanto tiempo, estuvo de relación en relación, de fracaso en fracaso, por eso le cuesta tanto creer en el amor. Por eso aunque lo dude, tiene una remota esperanza de que el amor, sea real y no una simple reacción química del cuerpo.

Él toma el celular, llama para pedir comida. Ella desenreda su cabello con las manos, mientras llega el delivery, él baja al escuchar sonar el timbre. Lo que menos esparaba, era encontrar a Mónica su ex mujer, parada frente a la puerta.

—¿Qué haces aquí? —le dice sujetándola por el brazo— no puedes entrar.

—Vine a verte. Tenemos que hablar.

—¡No! No, tú y yo, ya no tenemos nada de que hablar. Lo que debías decirme, lo hiciste hace ya dos meses atrás.

—Estoy arrepentida por favor, déjame explicarte.

—Lo siento pero no puedes entrar, estoy con alguien.

—¡Wow! Eso era lo tanto que me amabas. —hala su brazo para zafarse de él.

—Te amé hasta más no poder.

—¿Quién es? Déjame verla. ¿Es tu secretaria?

—Ves porqué nunca estaremos juntos. Estás enferma, nunca creíste en mí. Por favor márchate.

El motoboy se detiene, baja para entregar el pedido. Él lo recibe, justo en ese momento viene bajando María, pero Mónica acaba de subir a su auto.

—¿Sucede algo? —le pregunta ella.

—¡No! Sube, ya te alcanzo —le entrega la pizza, ella sube.

—¡Wow! Que enredo ¿no? —le comenta el chico al ver que Mario pasa la mano por su cabeza, mientras pasa la tarjeta para el pago.

—¡No es lo que parece!

—No se preocupe, la chica de adentro no vió nada.

Mario cierra la puerta, sube las escaleras corriendo.

—¡No te la comas toda! —le dice él a manera de juego.

—No te preocupes, ya te guardé un triangulo aparte.

Él se sienta en la cama, junto a ella, destapa su soda y la bebe rápidamente.

—¿Por qué estás como nervioso?

—Nada, subí corriendo las escaleras. Estoy sin aliento. Es todo.

Luego de la cena, se acuestan y descansan hasta la madrugada, cuando él toca su hombro. Ella despierta y le pregunta qué ocurre susurrando.

—Tercer round —le responde murmurando y señalando con su dedo su mástil endurecido.

Esta vez, es ella quien le otorga el placer oral, le baja el shorts de algodón, lo agarra con su mano, lo coloca entre sus labios, cual si fuera lápiz labial los bordea y delinea. Él la mira y sonríe, luego fija la mirada hacia el techo, para no distraerse y sentir cada caricia de ella. Él acaricia su cabellera, a ratos tira un poco de sus cabellos para darle señales de lo que le gusta sentir.

Luego de tenerlo como desea en 3D: duro, largo y grueso, se sube sobre él, se quita la camisa que se puso para bajar a ver por qué se estaba tardando. Comienza con movimentos suaves de sus caderas, para luego ir acelerando y finalmente emprender su cabalgata de amazona. Los gemidos, los jadeos y el sonido del choque de sus cuerpos provocan la máxima excitación en estos nuevos amantes y en un orgasmo simultáneo, ambos quedan tendidos sobre la lona de combate, en un tercer round de empate.

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