Capítulo 98.
SOPHIE
No fue un grito. No fue un portazo. No fue algo que pudiera señalar con el dedo y decir: aquí empezó todo. Fue… una ausencia que al principio ni siquiera supe nombrar. Un silencio demasiado largo. Un hueco en el aire. Un olor que debería estar ahí y ya no estaba. Max siempre olía a leche tibia y a algo que sólo yo conocía, una mezcla de piel nueva y promesa.
Recuerdo que me levanté de la cama del hospital con ese cuerpo lento, todavía torpe, que me dejó el parto. Las piernas pesaban como si en lugar de huesos tuviera barro húmedo. Caminé hasta la cunita de cristal, esa caja transparente que me parecía tan fría, pero que al menos me lo dejaba ver… sólo que estaba vacía. Pensé que lo habían llevado a algún control rutinario. Eso hacen, ¿no? Lo mueven de un lado a otro sin preguntar demasiado.
Me asomé al pasillo. La luz del hospital siempre es igual: blanca, sin horas, como si quisieran que el tiempo se disolviera. Una enfermera pasó rápido. Le sonreí, esperando que ella me expli