—Alice, ¿todavía tienes el descaro de preguntarme qué pasa? ¡Realmente me has decepcionado!
Dilia no perdió tiempo en acusar a Alice, quien tampoco tenía paciencia para tratar con ella y simplemente colgó el teléfono sin contemplaciones.
Dilia se quedó atónita al escuchar el tono de llamada y rápidamente la llamó de vuelta.
No respondía, volvió a llamar. Dilia insistió obstinadamente hasta que finalmente Alice atendió.
—Dilia, te advierto que solo somos conocidas casuales, nuestra relación es que tú me pagas y yo hago el trabajo, no soy tu subordinada.
—Guarda esas actitudes arrogantes para ti misma, ya hice el trabajo que me pediste.
Alice no le tuvo la más mínima consideración a Dilia, quien recién entonces recordó la personalidad de esta “amiga”.
Ya no se atrevió a tomar una actitud de princesa, y rápidamente adoptó un tono meloso para congraciarse:
—Ya entendí Alice, esta vez fui demasiado impaciente, en el futuro tendré cuidado con mi actitud.
—Alice, tus subordinados deben ser re