Adhara se quedó completamente congelada luego de escuchar aquellas palabras que, metafóricamente, se sintieron como una bofetada.
Esteban acababa de pronunciar el nombre de su hermana.
Esteban estaba pensando en Adriana en medio de un momento de intimidad.
Y esto solamente podía significar una cosa…
Las lágrimas cubrieron los ojos de Adhara al darse cuenta de la realidad. Esteban nunca la había visto a ella realmente, Esteban siempre había visto a Adriana en ella y por esa razón se había querido acercar.
—¡Aléjate! —lo empujó, mientras se apresuraba a tomar la sábana para cubrirse.
No podía permitir que este hombre viera su desnudez un segundo más, no podía permitir que la viera e imaginará a otra persona.
—Adhara, lo siento, yo no quise…
—¡¿Desde cuándo?! —increpó con rudeza—. ¡¿Desde cuándo has estado imaginándote que soy Adriana?!
Esteban se agachó a recoger su pantalón, mientras negaba.
—No lo sé, Adhara. Supongo que desde siempre —admitió.
Sus palabras fueron otra