Realidad.

Narra Adriana:

Me despierto con un reguero de besos en la espalda. Estoy un poco desorientada y me toma unos segundos entrar en consciencia, pero de inmediato caigo en cuenta de que no estoy en mi habitación, dado que el espacio es mucho mayor al mío.

—Adriana… — su voz ronca se escucha en la penumbra y me giro para verle.

Tiene el pelo y la barba revueltos, una sonrisa amplia en los labios, invita a probarlos.

—¿Pasa algo? — digo alertada, afuera todavía está oscuro.

—No, pero no he terminado contigo aún, así que espero que hayas descansado, porque la noche apenas empieza.

Sin dejarme reaccionar, se lanza por mi boca otra vez. Nos besamos con pasión y me sorprendo a mí misma al notar el deseo crecer en mí, si hace poco esta dormida. A oscuras, se cuela debajo de las mantas hasta que su cuerpo queda encima del

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