Acepto

Narra Adriana:

Nunca se me ha dado bien ocultar mis emociones, de hecho, desde pequeña mi madre podía leer a través de mis ojos cómo me sentía, cuándo esta triste o asustada, sin necesidad de abrir la boca y eso no cambió con el tiempo. Por eso, al tener a Jeremiah de rodillas frente a mí, con un semejante pedrusco entre las manos y una pedida de mano que parece sacada de una novela empalagosa, no puedo fingir el asombro. Con los ojos abiertos de par en par, me quedo viéndole, pasmada.

Sí, habíamos hablado de que nos casaríamos, sí, habíamos hablado de que de ahora en adelante nos tendríamos que dejarnos ver en público y sí, digamos que esta “al tanto” de lo que iba a suceder, pero una cosa es con violín y otra con guitarra. Todo ha ocurrido tan deprisa entre nosotros dos que a penas he tenido tiempo para di

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