—Eres una hija desobediente e insolente —dijo finalmente— ¿Acaso tengo otra alternativa? —ella negó con la cabeza—. Entonces acepto con tus condiciones.
—Gracias, padre —dijo en voz baja.
Se retiró con una sonrisa, pensando en su próximo paso, aunque se quedó viendo lo que hablaba su padre.
Cuando