El hombre dejó caer la cabeza con los ojos cerrados. Se llevó el vaso a los labios, lo sintió caliente y bebió de una sola vez el trago de whisky, profundo y ardiente, bajando por su garganta.
Sandro sacudió la cabeza y escupió sus palabras.
—¡Mierd4 Sandro! ¡Te enamoraste de la enana siniestra! ¿Có