—Señor Cisneros, ¿cómo se siente al respecto de que la señorita Rosales esté teniendo una aventura amorosa con tu mejor amigo?
—Y ¿qué pasa entre usted y la señorita Ortega, señor Cisneros?
Los reporteros los rodearon una vez más, sin dejar de hacer esas tontas preguntas.
Leandro envolvió con sus brazos a Julieta, quien temblaba. Luego, escudriñó fríamente a la multitud y preguntó:
—¿Quién les dio el coraje de hacerme estas preguntas?
Al escuchar esto, los reporteros se quedaron quietos.
Ellos fueron sobornados para venir a molestar a Julieta, pero ninguno de ellos realmente quería ofender a Leandro.
Leandro acomodó a Julieta en el asiento del pasajero, luego subió al auto y se marcharon.
—¿Por qué no dices nada? —preguntó Leandro.
—¿Y tú, por qué viniste? —Julieta le devolvió la pregunta.
—Vi las tendencias y temía que hubiera reporteros abajo, así que pasé para ver si estabas bien —respondió Leandro.
—Vale.
Después de eso, Julieta continuó escondiendo la cabeza en la chaqueta.
Aprove