Estaba atada a una silla, no sentía las piernas y los músculos de sus brazos están agarrotado, tiritando de frío, le han dado dos baños helados.
Le costaba respirar y la sangre seca cubre su rostro y cabello, sientiendo la boca áspera y el sabor metálico de la sangre l e da nauseas, su ojo derecho está tan hinchado que apenas podía ver.
Estaba en una habitación oscura, cada musculo de su cuerpo está tenso y en una posición incómoda con los brazos extendidos sobre su cabeza.— Oh, estás despierta — dice una voz desde algún lugar a su derecha, hace frio — eso es bueno.— ¿Qué quieren de mí? — preguntó, aunque sentía su voz lastimar su garganta— Nada realmente — responde, es un hombre, se acerca y acaricia su mejilla —tu muerte no es