— Genuino, yo ya...
La voz de Lovetta se apaga al inhalar el aroma que proviene de la guarida de Miguel.
¡Hembra humana, maldita esclava! — aprieta los dientes al confirmar lo que su olfato le dice, el odio ardiendo en su interior como un incendio incontrolable.
El instinto de gruñir intenta escapar de su garganta; la necesidad de dominar y reafirmar su posición superior hierve dentro de ella. La idea de quemar la guarida de Miguel para eliminar a su rival crece en su mente, pero se controla. Apenas unos minutos antes, había sido liberada de su castigo, y lo que más quería era redimirse, ir a Miguel y complacerlo con su boca como forma de agradecimiento y disculpa.
Sin embargo, ahora todo parece contaminado por el aroma de la humana. Nunca imaginó que, en su corto período de castigo, esa esclava se atrevería a infiltrarse en los dominios de Miguel, seduciendo al macho que Lovetta había elegido como suyo.
La mente de Lovetta hierve de furia, y cada músculo de su cuerpo se tensa, ansios