Miguel abre las puertas de la entrada de la mansión con tanta fuerza que el sonido del impacto resuena por la estructura, seguido por el estallido de los vidrios que adornan la madera pesada y caen al suelo como una lluvia cristalina.
El impacto reverbera por el vestíbulo de la mansión, silenciando todos los murmullos e interrumpiendo cualquier conversación que aún quedara entre los miembros de la manada. Ansiosos por el regreso de Miguel, nadie se había ido del vestíbulo, negándose a descansar hasta que su Genuino Alfa trajera de vuelta a la Genuina Lunam. Pero, en lugar de alivio o victoria, lo primero que los golpea es su olor: una mezcla abrumadora de ira, dolor y desesperación.
La agresividad que emana de Miguel es aplastante, una fuerza invisible que presiona a cada lobo presente. Uno a uno, todos retroceden instintivamente, sus cabezas bajando en señal de sumisión, sus cuerpos apartándose para abrir camino. Ninguno de ellos se atreve a levantar la mirada para mirarlo directamen