Durante largos minutos, Sasha sigue gruñendo, negándose a ceder. Su instinto le grita que luche, que no se deje controlar, pero la energía de Miguel es constante, sin prisa, sin violencia. Mantiene su cuerpo sobre el de ella, sus músculos tensos, pero su mirada es firme y paciente. No la presiona, pero tampoco retrocede.
Finalmente, los gruñidos de Sasha comienzan a disminuir, hasta que lo único que queda es el sonido de sus respiraciones pesadas y entrecortadas, con la tensión vibrando entre los dos. Ella lo mira fijamente, sus ojos aún brillando de furia y algo más.
Miguel se inclina lentamente, acercándose a su hocico, y sin decir una palabra, la lame con una delicadeza que la toma por sorpresa. No era lo que esperaba de él. Una ruptura total con lo que pensaba que vendría de alguien que tantas veces la hirió. Por un breve instante, se permite bajar la guardia, y es en ese mom