— Gracias — susurra Sasha, su voz temblorosa por la emoción.
Le devuelve el teléfono a Miguel, sus manos todavía tiemblan mientras las lágrimas continúan cayendo silenciosamente por su rostro, cada gota cargando el peso de las palabras no dichas, de los sentimientos contenidos.
Una sensación de vulnerabilidad la invade, pero también hay un extraño alivio, como si una parte de ella finalmente hubiera encontrado un poco de paz, aunque solo fuera por un instante.
La conversación con su padre fue breve, durando poco más de dos minutos antes de que la llamada se cortara abruptamente, mientras él aún hablaba. Pero, a pesar de lo corta que fue, fue suficiente. Pudo escuchar que ya no lo estaban golpeando y que estaba recibiendo comida.
Esa información le trajo un alivio que ni siquiera sabía cuánto necesitaba.
Miguel cumplió con mi petición. Realmente hizo lo que le pedí - Las emociones que la golpearon al escuchar a su padre describir cómo estaba siendo tratado hicieron que su corazón se ac