Aquella noche llovió con fuerza, cargada con nubes negras y el cielo centelleante por los relámpagos.
Mónica estaba decidida no había escapatoria, acarició aquel pequeño frasco mientras las últimas lágrimas escurría sobre su rostro entonces lo tomó con más fuerza para abrirla y consumir todo su contenido, pero sucedió que el sonido de la puerta se hizo presente y paro toda acción haciendo que por impulso escondiera aquel frasco que tenía entre sus dedos.
— ¡Amelia! ¿Qué haces aquí? ¿Por qué tú…?
— No hay tiempo de explicar mi señora, salgamos rápidamente de aquí no hay tiempo.
— Bien— Mónica no entendía, pero al ver la prisa que llevaba Amelia solo la siguió sin rechistar.
Inmediatamente, Mónica y Amelia se apresuraron a salir de aquella torre, bajaron las innumerables gradas hasta salir para luego rodearla y tomar el camino trasero el cual era el más peligroso pero el más seguro para ellas.
— Estamos cerca de la salida mi señora, no se preocupe la sacaré de aquí.
— ¿Por qu