Había pasado un mes desde que estuve en la casa de Julieta y mi salud estaba algo extraña. Creía que me había contagiado algo, estaba mal del estómago, me sentía agotada y no era yo misma. Todos en la casa Cassini se dieron cuenta y me obligaron a ir con una doctora.
Tal vez se trataba de algún virus estomacal o parásitos.
Dexter jugaba a mi lado con las paletas de madera que utilizaban los doctores para ver dentro de la boca, actuaba como un chiquillo inquieto y me ponía nerviosa.
—Quieres dejar de hacer eso, me irritas —mascullé.
Dex rodó sus ojos.
—Ni siquiera te estoy molestando —golpeó mi pierna—. Yo soy el que está nervioso y necesito drenarlo de alguna manera.
Me quejé en voz alta.
Llevábamos solo unos pocos minutos en el consultorio, la doctora se había ido