En la cafetería Aromas de Luna.
Luisa subió al piso superior, frente a la puerta de la sala VIP. Sacó una caja de maquillaje de su bolso y revisó cuidadosamente su maquillaje. Después de arreglarse, que le llevó unos cinco minutos, echó un vistazo al reloj de pulsera en su muñeca: eran exactamente las diez en punto.
Consciente de que Manuel detestaba profundamente a las personas impuntuales, ella mostró una sonrisa elegante y llamó a la puerta antes de entrar.
El hombre que había estado en sus sueños durante mucho tiempo estaba de pie junto a la ventana. Su espalda era recta y fría, con una mano en el bolsillo de su pantalón y la otra sosteniendo un cigarrillo encendido. Su rostro apuesto no mostraba ninguna expresión, pero emanaba una fuerte presencia de alguien acostumbrado a estar en una posición elevada.
Este hombre, cuyo encanto había cautivado a las multitudes, estaba alcanzando su punto máximo.
A pesar de haber vivido en el extranjero durante muchos años, Luisa nunca había visto