CAPÍTULO TREINTA Y UNO
— Buenas noches, Paige. ¡Pásalo bien! — Mi profesor de Arte me saludo.
— Buenas noches profesor. — Contesté amablemente y giré a la derecha en dirección a los arbustos.
Después de cruzarme a varias parejas dándose el lote, a un grupo de amigos discutiendo entre ellos, y a una pobre chica llorando a saber por qué, llegué al matorral, casi tuve que atravesarlo, pero estiré mi brazo y conseguí alcanzar la bolsa.
En su interior, había un pequeño frasco, con un líquido transparente. No ponía nada, no habían dejado ninguna nota. Tenía que echarle a conciencia ese líquido a alguien en su bebida. Respiré profundamente y lo guardé en mi bolso.
Me quedé inmóvil varios segundos, tuve una especie de lapsus. Sentía algo y no sabía el qué. Como si alguien me observara. Miré alrededor y no vi a nadie, así que me dirigí hacia l