Volvemos a vernos

Mía

Parece que hace media vida cuando dejé de escuchar música. Me aislé completamente de los sentimientos del mundo. Escuchar una melodía que hablara del amor o del desamor, de la pérdida, era superior a mi.

Cuando ingresé en el centro me sentaba por las tardes en una butaca frente a la ventana, soñaba despierta y pensaba que Marcus aparecería cualquier día para sacarme de allí y ayudarme como siempre hizo, pero pasaban los días y eso no ocurrió, aunque en el fondo lo entiendo, cuando fuí consciente de la realidad dejé de pasar tiempo en la sala desde la que se veía la entrada. Había un piano que tocaba una muchacha muy dulce. El día que comprendí de verdad cual era mi situación, empecé de verdad el trabajo para recuperarme.

Hoy en cambio, montada en mi coche enciendo la radio y busco una emisora en la que suene algo alegre.

Diez minutos después aparco en la entrada de mi nuevo trabajo. Saco el juego de llaves que me dió Lucca para que pudiera entrar los días que él está fuera y abro la puerta. Como he llegado algo más temprano de lo que debería voy hacia la cocina y preparo café.

Con una humeante taza caliente entre las  manos voy hacia la consulta donde se atiende a los pacientes. Hay un archivador metálico enorme en una esquina, dejo la taza sobre la mesa y voy decidida hasta él. Si voy a trabajar aquí a largo plazo me gustaría saber algo sobre los expedientes de los pacientes que suelen venir.

Saco uno al azar y comienzo a leerlo, después otro y otro más, pero después de un rato los vuelvo a dejar en su sitio. Killian tenía razón, esto no es como los hospitales a los que estaba acostumbrada. Esta vida es tranquila, lo más grave que ha tenido que atender Lucca de los expedientes que he leído ha sido una apendicitis y se lo llevaron al hospital porque él no podía hacer nada. Aquí no hay quirófano ni cirujano.

Escucho la campana sonar. Señal de que alguien ha entrado. Salgo para recibir al primer paciente.

Una mujer mujer mayor con grandes gafas se acerca hasta mi con una enorme sonrisa en la cara.

- Buenos días ¿Mía Carussi? - Pregunta pegando su cara a la mía y dándome un beso en la mejilla.

- Si, soy yo ¿En qué puedo ayudarla?

Levanta la mano y la menea en el aire.

- Yo estoy como un roble. Mírame. 

Levanta los brazos y da una vuelta completa. Es una mujer muy pintoresca.

- Tiene usted razón - intento contener la risa -  entonces ¿qué necesita?

- Has venido a vivir a un pueblo muy pequeño y nos gusta conocer a la gente nueva - Traducido a nuestro idioma quiere decir que les encanta saber la vida de la gente que se viene a vivir porque no tienen ni idea de ellas. Cotillas aburridos - He quedado con unas amigas en M&M está muy cerca de aquí.

- El otro día paseando lo encontré, es muy bonito.

Antes de que termine de hablar ya sé lo que me va a pedir y también estoy segura de que es el tipo de mujer que no acepta un no por respuesta, así que solo hay una cosa que pueda hacer; raptar a Tom y llevármelo con nosotras.

- Fabuloso, entonces nos vemos a las siete allí.

Ni siquiera lo pide. Pero parece simpática y sobre todo, sincera. Es un buen momento para empezar a conocer gente nueva y entablar nuevas amistades aunque estas sean del siglo pasado.

Mira el reloj de su muñeca antes de irse.

- Pregunta por Mery cuando llegues, soy yo por cierto.

El día pasa demasiado rápido para mi gusto. Llevaba muchísimo tiempo sin trabajar y volver a hacerlo ha sido la mejor decisión, ha sido como volver a sentirme yo misma, un poco de la Mía que había desaparecido.

He quedado con Tom aquí para ir juntos al bar. Los dos vamos a vivir aquí, así que los dos tenemos que intentar caer bien  a la gente.

No se mucho sobre la historia de mi psicólogo y amigo, pero sé que algo le pasó en algún momento de su vida. Nunca llama a nadie, no tiene familia ni amigos que hayan intentado contactar con él. Alguna que otra vez he intentado que nos conociéramos mejor, pero sólo servía para que yo hiciera terapia, le daba muy bien la vuelta al asunto para no hablar de él mismo.

En parte he asumido que nunca conoceré su historia, todos tenemos demonios que queremos ocultar y que nadie sepa y después de todo lo que ha hecho por mi, lo menos que puedo hacer es respetarlo.

- ¿Estás lista? - Pregunta sorprendiéndome por la espalda.

Pego un salto y coloco las manos sobre el pecho. Después  le pego en el hombro haciendo como que estoy enfadada.

-  ¿Por qué me asustas? Ya podrías hacer algo más de ruido.

Mis reacciones exageradas al parecer le hacen mucha gracia. Tiende a reírse de mi e ignorarme, como ahora.

- Venga termina lo que sea que estés haciendo. Te espero aquí.

Voy a la cocina para comprobar que está todo apagado. Sería muy gracioso que mi primer día de trabajo incendiara la consulta del doctor. Bajo las persianas que voy encontrando y salgo fuera con Tom. Meto la llave en la cerradura varias veces para comprobar que he cerrado bien, aunque mi instinto me dice que la tasa de criminalidad de este pueblo es bajísima.

Caminamos entre las calles. Aunque todas parecen iguales ya empiezo a poder distinguirlas un poco. Después de perdernos solo un par de veces damos con el bar.

Entramos dentro. Me paro buscando entre las mesas a Mery y sus amigas. Al fondo, al lado de una gran planta están ellas, riendo y hablando a voces. Agarro a Tom del brazo y nos unimos a ellas.

Nuestra mesa es la más divertida de todo el bar o al menos la que más escándalo hace, pero eso a ellas les da igual. Tom y yo intercambiamos miradas divertidas. Estoy deseando llegar a casa y que me haga el numerito de imitación. Es un experto imitando a la gente, cada vez que lo hace termino llorando de la risa y con dolor de estómago.

- Ya estamos aquí.

- Hombre -Dice Mery levantándose y colocándose a nuestro lado - Ya era hora - Bromea.

Tom se adelanta y la saluda.

- Mía se pierde en su propia casa, no hemos parado de dar vueltas.

Lo miro acusándolo de venderme. Es gracioso, no puede evitarlo, le sale de forma natural.

Las mujeres de la mesa se ríen por la broma.

- Deja que te compense ¿qué quieres beber?

- Una cerveza, conduces tu después ¿verdad? - Esa es nuestra frase secreta para recordarme que no puedo beber alcohol por las pastillas que tomo.

- Claro, como siempre.

Dejo a mi amigo con las cuatro mujeres. En media hora las tendrá comiendo de la mano, es su súper poder.

Voy hasta la barra y pido una cerveza y una fanta y espero a que el camarero me las sirva. Detrás de él hay una puerta, por la ventana que comunica puedo ver una cocina. Seguramente cocinan todo tipo de platos. Apunto mentalmente venir otro día a comer.

Cojo las bebidas que me acaban de poner sobre la barra. La puerta de la cocina se abre y aparece la última persona del mundo que creía que volvería a ver. Marcus se queda completamente parado mirándome fijamente.

Mi cuerpo deja de responderme y los dos vasos se resbalan entre mis dedos. Caen al suelo provocando que todo se llene de mini cristales, pero yo sigo sin poder reaccionar.

¿Aquí estaba escondido? Hasta este pequeño pueblo vino huyendo de mi. Y ahora su pesadilla está delante. Aunque llegados a este punto también es parte de mis pesadillas.

Tom corre hasta mi. Creo escuchar que dice mi nombre varias veces, pero no reacciono hasta que se coloca delante de mí y rompe el contacto visual con Marcus.

- ¿Estás bien? - Pregunta con sus manos sobre mi cara para llamar mi atención.

Siento el golpeteo de mi corazón en cada parte de mi cuerpo. Me cuesta pensar, reaccionar. Todo lo que nos pasó pasa como un huracán por mi mente. Las imágenes se paran con la cuna de un bebé que jamás estará.

- Está aquí - Susurro temblando.

Tom se gira hacia donde tenía la vista clavada y se encuentra a Marcus todavía parado en el mismo sitio.

Me agarra del brazo con una mano y con la otra rodea mi cintura para ayudarme a mantener la estabilidad. Mis piernas parecen gelatina, podría caerme en cualquier momento.

- Nos vamos.

Tira de mi hacia la salida y yo le sigo como una autómata. Todo lo que creía que había superado, pensaba que estaba curada, que nunca volvería a sentirme como ese día... En el Torreón del Castillo. y una sola mirada al hombre que me abandonó me transportan allí.

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