Enemigo oculto
Enemigo oculto
Por: maracaballero
Prólogo

     Jaqueline se dejó caer en la orilla de la cama de aquella habitación, tenía estantes de muñecas de porcelana, con roles rubios y perfectos, le recordó aquella historia que su madre le contaba antes de dormir, la niña de risos que se comía la comida de los osos en una casa que encontró en el bosque; sus ojos se movieron de un lugar a otro, tenía curiosidad y mucha. Su madre se había marchado sin decir nada, su padre estuvo noches llorando en su habitación, sin decirle más, Jaqueline no quería preguntar de nuevo ya que a su padre se le cristalizaban los ojos, luego la dejaba sola en la mesa para irse a encerrar al baño y llorar, ella sospechaba, pero no quería decirlo en voz alta: su madre los había abandonado.

     —No toques mis muñecas con tus manos sucias—dijo aquella niña de cabello rubio, muy parecida a aquellas muñecas, Jaqueline no tenía la intención de acercarse más.

     —No las toqué, Jaz. —dijo Jaqueline arrugando su pequeña nariz.

     Pero Jazleen la ignoró, se puso de brazos cruzados como si fuese una barrera entre ella y sus más preciadas reliquias. Jaqueline se quedó ahí, sentada mirando a Jazleen, su prima.

     —Mi nombre es Jazleen, no "Jaz". —esta la corrigió con molestia, Jaqueline asintió lentamente, mostrándole que lo entendía. Esta bajó la mirada a sus manos, llevaba una muñeca de tela que su madre le había hecho con sus propias manos, Jaqueline pensó por un momento que su muñeca podría ser diferente a las de ella, pero no cambiaría nunca esa muñeca, ya que fue un regalo por su madre.

     Se abre la puerta, Damián, el padre de Jazleen, se asomó para ver si todo estaba bien entre las niñas.

     — ¿Todo bien? —preguntó en dirección a Jaqueline, ella sonrió a medias.

     —Gracias tío. —Damián notó a Jazleen refunfuñada, como un bloque bien puesto frente a sus muñecas, esto le molestó.

     —Jazleen, hay que ser educados con nuestra invitada, Jaqueline se quedará por un tiempo con nosotros, así que espero le ayudes a sentirse como en casa. —A Jaqueline se le cristalizaron sus ojos marrones, abrazó a su muñeca con fuerza, no quería recordar que había quedado sin su padre hace días atrás.

     —No quiero compartir mis muñecas con ella. Tiene sus manos sucias.

     Damián le lanzó una mirada a Jazleen.

     —Jazleen. —usó su tono de advertencia.

Antes de que la rubia resoplara, Jaqueline se levantó y se acercó a Damián.

     —Estoy bien, gracias. ¿Podría dormir en otra habitación? No quiero molestar a Jazleen.

     Damián se miró en aquellos ojos marrones, le recordaron su pérdida, las mejillas regordetas de Jaqueline, este asintió acariciando su mejilla, ella sonrió a medias, mostrando sus curiosos hoyuelos.

     —Tengo una habitación que la he designado para ti, solo que apenas la están limpiando, ¿Podrías dormir solo por hoy con Jazleen? —Jazleen protestó haciendo un berrinche, Damián solo negó en desaprobación.

     —Podría ayudar a limpiar. —insistió Jaqueline, Damián entendió.

     —Bien, ven, te voy a mostrar tu nueva habitación. —Jaqueline se abrazó con fuerza a aquella muñeca y atrapó la mano de su tío, quien se conmovió a su gesto, no estaba acostumbrado a los gestos de cariño, mucho menos que sucediera con su esposa o su hija, siempre se quejaban de sus afectos, así que dejó de ser así, de ser un hombre cariñoso.

     Subieron a la tercera planta, que solo tenía tres habitaciones, una como bodega, la segunda como un gimnasio y la tercera, una biblioteca, pero nadie entraba, solo él.

     La guió de la mano hasta aquella habitación, se encontró con el personal de limpieza, quienes habían logrado limpiar por completo, habían mudado muebles para armar una habitación. Damián sonrió al ver la reacción de Jaqueline, sus ojos brillaron por un momento.

     — ¿Te gusta? Puedes pintar las paredes de tu color favorito, aparte, ven. —extiende su mano y Jaqueline con una sonrisa la aceptó. —Mira el panorama. —Jaqueline abrió sus ojos con sorpresa al ver su vista al gran jardín, a lo lejos se veía más árboles y casas vecinas. —Nadie quiso usar esta habitación ya que entra mucha luz.

     —Me gusta, tío, gracias. —Jaqueline apretó la mano de su tío en señal de agradecimiento.

     —Te compraré lo que necesites, siempre y cuando me digas que es lo que quieres.

     —Estoy bien así, tío.

     Damián se sentó en la orilla de la cama y le hizo señas a Jaqueline para que se acercara, tragó saliva, las palabras se estaban acomodando en su boca. Ella lo miró, curiosa.

     —Sé qué...—Jaqueline supo inmediatamente al escuchar su voz rota, lo que diría a continuación. —Sé qué todo esto es abrumador, que tienes aún muchas preguntas.

     El silencio se hizo presente entre ellos, Damián, soltó un largo suspiro, intentó no quebrarse al tocar el tema de su hermano fallecido días atrás. Se había prometido cuidar de Jaqueline y cumplir su promesa de hacer de ella una mujer fuerte, aunque solo tenía diez años de edad, estaba decidido a hacerlo desde ya.

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