Leonardo se acercó a ella apenas atravesaron la puerta que daba al patio trasero. Caterina estaba sentada en una mesa larga y a su lado estaba Ezio. Los dos no parecían molestos por su anterior escena.
Miró a Leonardo, él tenía sus ojos puestos en Giulio con cautela. Él parecía aun nervioso por todo lo sucedido.
—Tengo hambre —murmuró y eso fue suficiente para que Leonardo centrara su atención en ella.
Él la abrazó por los hombros y la llevó hasta la mesa. Giulio caminó a su lado y luego fue a sentarse a la cabeza de la mesa.
—Espero te sientas mejor —dijo Caterina.
—Sí, gracias.
—Entonces a comer —dijo ella emocionada como si se tratara de algo más que de un almuerzo.
Un par de personas aparecieron como si hubieran estado esperando atentos y dejaron sus comidas en la mesa.
—Espero que los mariscos sean de tu agrado.
—No sabría decirlo, jamás los probé.
Leonardo se giró hacia ella y la miró con un