31.
Mariano lo oye a lo lejos pero no puede evitar sentir una leve molestia, hasta que escucha una tierna voz, “¡Tia Tita!”
Matilda se agacha a recibir a un pequeño niño y se abrazan.
Los sigue una familiar voz, “¿No te referías a mi?”
Matilda le pega juguetonamente en el brazo, “Ni te creas. Entra, antes que me arrepienta.”
Entra y se dirige a la cocina, con un pequeño en brazos que la llena de besos y no le suelta el cuello.
Erick, el hijo de Celeste y David, un niño de 3 años que es una dulzura andante. Tiene los ojos verdes, casi esmeralda, justo como su madre, unas mejillas suaves y esponjosas, una pequeña nariz que parece un botoncito. Sin duda era el muñeco de carne y hueso para Matilda.
Matilda se dirige a Celeste, hablando en voz baja, “A ver, ¿por qué no me habían contado? De cuánto estás y todo eso…”
Hace unos momentos Celeste había compartido con ella que estaba embarazada y ese era el motivo por el que la pasaba agotada y con mucho sueño.
Celeste sonríe, “Me di cuenta esta sem