Algún día tenía que suceder ¿No?
Claro que lo sabía; solo que en lo más profundo de mí ser, guardaba una pequeña luz de esperanza, de que esa página no volvería a salir a la luz.
¿Cómo me enteré?
Cuando bajé del autobús, un chico se me acercó pagándome 40 dólares por dos horas de mi servicio, antes de echarse a reír e irse con sus amigotes. Ahora me encontraba en estado de shock. Mis pies no me respondían, no podía moverme. Solo me encontraba viendo a un grupo de chicas a unos metros delante de nosotras, revisaban el celular e indiscretamente me miraban, soltando unas risitas de burla.
—Ese hijo de perra no sabe con quién se está metiendo —gruñó Sky, guardando su teléfono.
Moví mi cabeza y la observé. Torcí una sonrisa y me encogí de hombros.
—Al menos se han olvidado del incidente del partido, ¿No? —dije, tratando de escucharme como si no me afectaba en lo absoluto.