Camino con ella, sosteniéndola por la cintura, y la ayudo a recostarse en la cama. Me quito los zapatos y el saco, dejo las llaves y el móvil en la mesita de noche y me acuesto junto a ella. Su cuerpo se siente tan frágil cuando la abrazo a mí que me estremece. Está sufriendo de nuevo por culpa del maldito de Steven. ¿Hasta cuándo la lastimará? Ni estando conmigo la mantengo a salvo de él.
La impotencia y la rabia corren en mi corazón con tanta fuerza que si tuviera frente a mí a ese desgraciado, lo mataría.
Una suave exhalación se escapa de los labios de Mel y me hace olvidar mis deseos de venganza. Ella está aquí, conmigo, regalándome el privilegio de sostenerla contra mi cuerpo, y en eso debo centrarme. Es la primera vez que compartimos una cama y, aunque las circunstancias son penosas, me hace muy feliz tenerla entre mis brazos, saber que le sirvo