Capitulo 4

Alejanda parpadeó. Casi se había olvidado de él.

–¿Qué quieres saber?

–¿Cómo os conocisteis?

–En un bar.

–¿En un bar? ¿Sueles ir de bares?

–¿Qué es eso de ir de bares? Solo frecuentoun Bar y el ambiente es de lo mejor.

–Ir de un bar a otro tomando copas y emborrachándote cada vez más hasta que no te tienes en pie. Alejandra hizo una mueca. Sabía que muchas chicas se metían en serios apuros por hacer eso. Su padre había tenido que aconsejar y consolar por lo menos a tres.

–No pensarás que voy a quedarme embarazada de un tipo cuyo nombre no recuerde al día siguiente porque me pase de copas, ¿verdad?

–No, ya sé que tú no eres ese tipo de chica.

¿Eso era un insulto o un cumplido? Alejandra no se desidio por lo que dejo pasar el cometario.

–Lo conocí en un bar cerca de la oficina donde suele ir la gran mayoria de las personas con las que trabajo luego de un dia infarnal de trabajo. Es mas ese dia, iba con mis compañeras de trabajo. Estábamos tomando una copa de vino y de repente, el camarero se acercó con una botella de champán de parte de David. Cuando lo miré, él me saludó con la mano y luego estuvimos charlando un rato.

–¿De qué?

–De muchas cosas –respondió ella, irritada–. Es muy inteligente... 

–Ah, ahora empiezo a entenderlo todo.

–Quería saber cosas de mí y eso me pareció muy bien porque la mayoría de los hombres sólo hablan de sí mismos, y de lo que quieren hacer ingnorando a su acompañante.

–No sabía que fueras una experta.

–No tengo experiencia con los hombres de aqui, pero he salido con varios chicos y en general, sólo quieren hablar de fútbol o coches – Alejandra miró por un momento a Marc y como siempre, sintió que le ardía la cara. Aquélla era la primera conversación de verdad que mantenía con él y lo estaba pasando bien sin ningun pronostico de que se le elebaran los colores, aunque odiaba admitirlo Marcelo sabia como mantener una conversacion y hacer que la mujer que lo acompañara se sintiera a gusto –. ¿De qué hablas tú cuando sales con una chica?

–Curiosamente, en mi caso son las mujeres las que suelen hablar.

Él no tenía interés en pasear de la mano o compartir sus pensamientos más íntimos con alguien con quien iba a acostarse.

–Tal vez porque sabes escuchar –sugirió Alejandra–. Aunque no estoy segura. No me has escuchado cuando he dicho que sé cuidar de mí misma.

–Donde vives demuestra que no es así.

–Tal vez debería haberle insistido más al señor Teodoro –asintió ella porque, aparte de otros problemas, Marcelo  no había visto la nevera, que funcionaba por días, o su pariente, el horno, que hacía lo mismo–. Pero soy mayorcita en lo que respecta a todo lo demás.

 –Puede que lo parezcas, pero tengo la impresión de que sólo eres grande por fuera.

¡ Què ! ¿Grande por fuera, por alguna casualidad esta insinuando que estaba gorda? Ella no era flaca, pero tampoco era gorda, pensó Alejandra, furiosa.

–Ya sé que eres mayorcita –siguió él–. Pero no me había dado cuenta hasta ahora.

De nuevo, intentó encajar a la jovencita que él había conocido con la mujer que estaba sentada a su lado y, de nuevo, sintió esa especie de descarga eléctrica que lo hacia dudar de su cordura el nivel de interes que Alejandra a despertado en el hace mucho no lo sentia por ninguna mujer...

–¿Te refieres al vestido?

El vestido que se había puesto para él esperando vanamente que le hiciese un cumplido.

Habían llegado al restaurante, pero Alejandra no pensaba salir del coche sin

escuchar la respuesta, de modo que lo miró, con los brazos cruzadosdispuesta a espara el tiempo necesario por su respuesta.

–¿Estás nerviosa? No te preocupes, si es tan inteligente y está tan interesado en ti como dices, seguro que lo pasaréis de maravilla.

–Estoy nerviosa por tu culpa.

–¿Por qué?

–No me has dicho una sola cosa bonita en toda la noche. Sé que nunca me hubieras contratado para trabajar en tu empresa, sé que te has visto forzado a ayudarme para devolverle el favor a mis padres, pero al menos podrías intentar ser amable.

–Yo no te he dicho nada malo...

–¡Me has dicho que no hago bien mi trabajo, que la ropa que llevo en mi horario de trabajo es horrible, que soy una ingenua... y ahora me dices que estoy gorda! 

Hacer una lista de todas las cosas feas que le había dicho no fue buena idea. Podía lidiar con ellas de una en una, pero todas juntas eran demasiado mas cuando quien lasdecia era el hombre que le habia gustado durante tanto tiempo y, de repente, sus ojos se llenaron de lágrimas, cuando Marc le ofreció un pañuelo,

–Lo siento, tenías razón. Debo de estar más nerviosa de lo que pensaba.

–No, debería ser yo quien te pidiera disculpas –Luc no tenía tiempo para lágrimas pero, por alguna razón, verla llorar  le había calado hondo. Y  ademas todas las cosas que Alejandra habia enumerado  no hacía que se sintiera muy orgulloso de su comportamiento hacia ella.

–No pasa nada –dijo ella, desesperada por salir del coche–. Se me ha corrido el rímel... ¿qué va a pensar  David, si  me ve asi?

–Que tienes unos ojos preciosos y que eres todo menos gorda –respondió.

Las palabras pronunciadas hicieron que el interior  del coche pareció cargarse de electricidad. Lo único que Alejandra podía escuchar eran los latidos de su corazón, como puede ocurrirle eso con solo unas palabras, cuando el no habia dicho una sola cosa buena sobre ella.

–No tienes que decir nada de eso para no herir mis sentimientos.

–No, ya lo sé pero es verdad que tienes unos ojos preciosos y cuando he dicho que sólo eras grande por fuera no quería decir que fueses gorda. Quería decir que ya no eres la niña que conoci y mucho menos la adolescente que se escondia cada vez que visitaba a mi madre para no verme, Alex  has crecido... y con ese vestido tienes un aspecto muy pero que muy sexy.

–¿Sexy... yo?

–Sí, tú. ¿Por qué me miras con esa cara de sorpresa?

Por lo que estás diciendo, pensó Alejandra, sintiendo que le ardía la cara. El dia de hoy estaba lleno de sorpresa primero se interesaba por ella y donde vivia ahora le soltaba esta bomba, su corazon no podia seguir aguantando estos sobresaltos.

–Esperemos que  David esté de acuerdo, con lo que dices.

–David –repitió él con voz ronca mientras le abría la puerta, queriendo decir algo mas pero aun sin atreverse, el comportamiento que estab teniendo no era propio de el–. Te acompaño a la puerta...

–No hace falta, en serio.

–Ya sé que no hace falta, pero quiero hacerlo. Espera un momento – Marc salio del auto, camino hacia la uerta del acompañante para abrirlay tenderle la mano a Alejandra ayudandola a salir sin dificultad, una vez frente a frente pasó un dedo bajo sus ojos para limpiar las manchas de rímel y sonrió  mientras ella dio un respingo–. No es nada, sólo un poco de rímel. Cualquiera diría que no te han tocado nunca.

–Me limpiaré con el pañuelo. 

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo