—¿Cómo lo iba a llamar Alexander si… —comienza a explicarse Cat.
—«Si el diminutivo es Sasha». —Interrumpe Nikolai, fingiendo la voz de mi amiga casi a la perfección si no fuera por su timbre áspero y grueso.
—¿Sasha? Que extraño. —Frunzo el ceño.
—¡Otra! —Óscar vuelve a torcer los ojos.
—Haciendo a un lado la extraña forma de los rusos de ver la vida y escoger nombres… ¿Lo quieres cargar? —pregunta Cat y asiento con emoción.
Preparo mis brazos para volver a sostener un bebé y Óscar lo deposita con delicadeza; se siente tan cálido y huele delicioso, es un aroma característico, dulce y suave, es olor a bebé, no hay otra forma de explicarlo. Lo arrullo entre mis brazos y lo veo con adoración, jamás me imaginé cargar al hijo de Cat, el futuro se veía tan distante y no pensé que terminaríamos así.
—Hola Mateo, que hermoso estás. —El pequeño bebé abre sus ojos intentando identificarme y amplía su sonrisa—. Se parece mucho a ti —le digo a Ca