Sídney se puso el vestido, le quedaba perfecto y a un lado estaba abierto dejando ver parte de su pierna. Se maquilló moderadamente, recogió su pelo en un moño decente y se puso unos tacones negros al igual que su monedero. Le tomó tiempo terminar de arreglarse y era normal, no todos los días se casaba una.
Salió de la habitación y se encontró a Daniel apoyado contra el muro que daba al salón con los brazos cruzados, parecía que llevaba tiempo esperando. Él estaba ya listo con su traje impecable, él alzó la mirada y la vio.—¿Te he hecho esperar mucho? —preguntó preocupada.—No importa, —se incorporó y se acercó a ella. —ha valido la pena. Estás preciosa. —ella se ruborizó y sonrió.—Gracias, tú también, solo…—¿Qué? —preguntó mirándose. Ella elevó la mano y le quitó el lazo.—No necesitas esto, estás perfecto así. —él sonrió.—Lo que quiera mi futura esposa. ¿Nos vamos? —ella mantuvo la mano en el cuello de su camisa e hizo lo mismo con la otra mano. Ahora podí