Capítulo 22. ¡No te atrevas a compadecerte de mí!
Maxwell, visiblemente confundido, frunció el ceño y se aproximó apresuradamente hacia la glorieta, con pasos largos y decisivos.
—¿Qué ha ocurrido? — preguntó Maxwell con severidad a medida que sus ojos claros le recorrían el rostro alterado.
—Hoy es mi día de suerte, un príncipe dejó su trono para seguirme y he aquí al duque de los insoportables, quien también abandonó a su querida exesposa para venir a verme— dijo Valentina con mucho sarcasmo, arqueando las cejas y curvando los labios en una mueca irónica, aunque sus manos temblaban ligeramente.
—Te he preguntado ¿Qué pasó? ¡Dime! — Insistió Maxwell con voz firme, acercándose aún más, casi invadiendo su espacio personal.
Ella alzó la barbilla, orgullosa y desafiante.
—Tú debes saberlo, porque los hombres como ustedes que tienen complejo de narcisista piensan que las mujeres como yo, solo ansiamos meternos a sus camas— le reclamó, alzando la voz y cruzando los brazos sobre su pecho, en un gesto defensivo.
—Será mejor que hables