Valentina estaba sentada en el elegante salón de té, rodeada de los dulces aromas de pasteles recién horneados. Junto a ella estaban Olivia y Adriana, quienes habían congeniado de inmediato.
Pues la prima de Valentina tenía ese don natural de caerle bien a todos, y en poco tiempo se habían convertido en una pequeña pandilla, unidas por risas y confidencias.
Pero a pesar de la alegría, Valentina no podía evitar sentir una creciente inquietud, ya que su mente estaba nublada por la decisión que había tomado con Maxwell.