— Hace treinta minutos se quedó dormida —Dijo mi madre—. La fiebre le disminuyó notablemente.
Kiara y yo suspiramos aliviados.
— Nos demoramos porque antes de venir hasta acá pasamos a la farmacia a comprar unas medicinas por si llegasen hacer necesarias. —Expliqué— Por cierto, esto es para ti.
Le entregué a mi madre los panes que había comprado, sé cuánto les encantan y sus ojos resplandecieron como estrellas.
— Vaya, vaya esto sí que es una sorpresa, tener a la familia completa en esta casa —Añadió mi padre mientras nos saludaba—.
— Bendición, papá —Comenté dándole un abrazo—.
— Dios te bendiga — Me dió unas palmadas en la espalda—.
— Hola, señor Cristóbal ¿cómo está? — Preguntó Kiara saludándolo con un beso en la mejilla—.
— Por ahora puedo decir que bien.
— ¿Por qué dices por ahora bien? ¿Algo anda mal? —Lo interrogó Kiara—.
— Porque no sé cómo vaya a estar o cómo pueda sentirme en el futuro. Y hablar de futuro es que no sé qué suceda cuando transcurran los próximos segu