Escuchar que me llame “señor Navarro” está empezando a resultarme un poco molesto. Así que no pierdo la oportunidad para corregirla.
—¿De verdad seguirás llamándome de usted? ¡Vamos, que somos vecinos! — trato de hacerla sonreír, pero ella se queda seria como una estatua — Por lo menos fuera de la oficina, llámame por mi nombre, eso me haría sentir mucho más cómodo, para serte honesto.
Hago un puchero para convencerla, y me quedo así, con la olla en la mano y ojos de cachorrito. Eso parece funcionar, porque ella me regala la sonrisa más encantadora que he visto.
—De acuerdo — levanta las manos con si estuviera vencida — Andrés. ¿Qué haces aquí?
Se cruza de brazos, haciendo que sus pechos se levanten un poco. Debajo del vestido negro de algodón, puedo ver la marca de sus pezones