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Alison.
Nuestra habitación se encuentra tal y cual la dejamos hace unos días, cuando fuimos al hotel de mi padre, en donde nos estaba recibiendo con una cena.
Y sin embargo, de algún modo todo se siente distinto, como si los que han entrado en ella fueran dos personas diferentes.
O quizás simplemente soy yo, quien ahora sé que si James se va a ir al infierno mismo, allá lo acompañaré, pase lo que pase, puesto a que somos una pareja, para bien o para mal, que en definitiva, no escogí esta vida, sin embargo, sé que mi vida estaría incompleta si es que me falta James a mi lado.
― ¿Qué te sucede? ―me pregunta, al notar las lágrimas en mis mejillas―pensé que estabas feliz porque nos devolviéramos a nuestra casa―señala, pero es que parece que le he dado el mensaje equivocado.
―Son lágrimas de felicidad, pequeño tonto―le digo de manera juguetona y él me brinda una sonrisa, para luego darme un beso en la coronilla.
―Sabes que te amo, ¿verdad, mi Alison? ―me dice y me acerca a su costado,