Como si fuera un sueño, después que fuimos a la casa de mis padres, los días que prosiguieron transcurrieron con una rapidez que no me dio tiempo a procesar el paso tan importante que estaba a solo pocos días de dar. Me convertiría en la esposa de uno de los hombres más importantes del continente europeo y uno de los socios más importantes de mi padre.
En esos días, el ir y venir de una tienda a otra y de un centro comercial a todos los que se le ocurrió a mi madre y a mis hermanas, fue agotador, tanto que deseé que terminara de llegar el día de la boda para volver a sentirme en paz solo en la compañía de Azael, quien durante esos días previos a nuestro retorno a Italia se mantuvo la mayor parte del tiempo trabajando.
Gracias a las interminables reuniones que Azael tuvo me tocó quedarme en la casa de mis padres en Manhattan. Por sugerencia de mi madre, con la excusa