Capítulo 78

Calista

Mis ojos ardían de tantas lágrimas que había derramado, mi corazón con un enorme vacío ardiendo por el dolor, agonizando con cada palada de tierra sobre el féretro. Los brazos de Aetos me sostuvieron en todo momento, sin apartarse ni un segundo de mi y brindándome apoyo.

Jamás había experimentado un dolor tan agudo e infinito, sin saber cómo iba a poder vivir con solo recuerdos, sin escuchar sus regaños por trabajar hasta tarde o esas noches que subía a la terraza para dejarme una taza de chocolate. Mi alma se encontraba rota y nadie podría sacarme de ese trance.

Durante los siguientes días pasé encerrada en mi habitación de Atenas sin salir a ningún lado, me olvidé del trabajo y de las responsabilidades, sólo comía un tiempo y después volvía a la cama derramando las lágrimas sin ser suficiente. Toda mi vida estuvo a mi lado, dándome apoyo emocional cuando más lo necesite y sentía que en sus últimos días no hice lo suficiente, que podía dar más y no lo di.

A las dos semana
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