Empezo con ese si
Empezo con ese si
Por: Alana Aguilar
Capítulo 1- Sí quiero. (E)

Después de tanto tiempo Emilia Puentes se había tomado un día libre, sin preocupaciones ni trabajo, sólo pasar un buen rato con su hermano Damián  y Tadeo, su mejor amigo. Trabajar en su pequeña tienda de ropa  y cuidar a  su hermano se  habían vuelto absolutamente toda su vida y aunque en ocasiones se había preguntado que se sentiría poder experimentar una vida con emociones inesperadas,- una sonrisa se coló en sus labios- las experiencias de su madre la regresaban a la realidad y su confortable monotonía, siempre con el control de las cosas que debían suceder y lo que no tenía cabida en esa premisa lejos de ella estaba mejor, la única variante era Damián que desde que había nacido se había vuelto su talón de Aquiles, con sus ocurrencias y alegría.

- Vamos Emi, deberíamos comer en el restaurante que siempre hemos querido, está aquí al lado – le dice Tadeo regresándola al presente, mientras toma de la mano a Damián, para cruzar la calle en cuanto el semáforo cambie y llegar a su destino. 

Ella se había olvidado que estaban en la calle y debían pasar un cruce, suspiró rápidamente para expulsar todas esas ideas y disfrutar de estar con gente que la quisiera incondicionalmente. El restaurante al que se refería Tadeo era nuevo y exclusivo que se mantenía siempre lleno, pero no perdían nada con intentarlo, tal vez podrían tener suerte y entrar.

Tadeo no sabe qué hacer con tanta alegría, los cachetes ya le duelen de tanto hacer el esfuerzo de esconder una sonrisa, su corazón golpea el pecho de manera que se escucha hasta sus oídos, si Emilia se acercara un poco mas a el seguro lo escucharía claramente, está feliz, por fin va a conseguir declararse a Emilia y sin riesgo a que le diga que no, tenía tanto tiempo esperando la oportunidad, esperando a ver una pequeña chispa de deseo o pasión en los ojos de ella para declararse, pero como esto no sucedía lo más obvio seria acercarse a ella un poco más para que supiera que él la iba a cuidar, y amar  para siempre.

- ¡Vamos Emi! ¡Hay que aprovechar que Tadeo nos invita!- grita Damián emocionado, ya que rara vez salían a comer a restaurantes y más a uno tan elegante como ese.

- Bueno- contestó Emilia entre risas-. Debería perder más seguido si el castigo es ir a comer gratis- dijo mientras esperaba a que el semáforo cambiara, amaba ver a su hermanito tan emocionado, tan feliz le recargaba la pila. 

- Si eso quieres solo haz permanente este castigo y se cumple- le responde Tadeo, con una sonrisa en la cara, ahora ya podía mostrarla. Anticipándose a lo que sabía sucedería después, la conocía perfectamente y sabía que esa condición le cerraría el camino a todas las excusas para alejarlo de ella.

- Solo son unas horas  Tadeo- sonrió- He perdido y  cumpliré con mi castigo, si a todo debo decir que sí, así será.

- Sabes muy bien que Emi siempre cumple con lo que promete- le recordó Tadeo- si se hace para siempre ese castigo seguro me dejará comer chocolate en la noche- dijo saltando más emocionado si se pudiera.

El semáforo cambió y los tres cruzaron la calle, eso dio oportunidad a Tadeo de festejar discretamente levantando el puño en signo de victoria, ese día sus vidas cambiarían, por fin dejaría de ser su eterno amigo, el compañero incansable e incondicional  y se convertiría en algo más, el hombre que la protegería y amaría. Si eso quería ser, el compañero al que amara y poder acompañarse en el camino de la vida.

Al llegar al otro lado, Emilia mira que Damián tiene una agujeta desabrochada y se detiene en media banqueta y toma del otro brazo a su hermano para que pare, lista para ayudarlo con eso.

- Damián deja te abrocho las agujetas- dice Emilia, pero antes que ella se agache Tadeo levanta la mano y apunta al restaurante.

- Ve adelantándote y elige una mesa, por mientras que yo lo hago- por nada del mundo dejaría que se distrajera y le diera por retrasar lo inevitable, por fin había reunido el valor necesario y no iba a desaprovecharlo.

Emilia asintió y los dejo resolviendo eso, y ella se metió en el local, ya tenía hambre y quería comer lo antes posible.

En el restaurante Dante está desesperado por su inminente compromiso, hacer lo necesario para ver a su abuelo estable y feliz se había vuelto su prioridad- ese pensamiento lo hizo pasar saliva, aunque eso tenga que ver muy a su pesar con comprometerse y casarse.

Frida era una mujer fría e intrigante, innegablemente inteligente, perfecta para alguien como él, exitoso, rico, exigente y perfeccionista además sería una buena manera de mejorar las condiciones mercantiles de la empresa familiar. A  fin de cuentas sería lo mismo casarse con ella que con cualquiera no quería a ninguna y como el amor era algo que no entraba en sus planes a corto o largo plazo, debería sacar algo de provecho a la situación. 

Dante tenía toda una vida de no creer en el amor, y era algo que deseaba mantener lo más alejado de su realidad posible, cosa que su abuelo no quería aceptar, aunque Dante no entendía esa fascinación de su abuelo por estar o sentirse enamorado, él miró su reloj solo faltaban unos minutos para que Frida llegara y poder terminar con todo este teatro.

- Dante, ¿ya casi llega?- preguntó su abuelo emocionado como un pequeño, sentado en una zona estratégica para que mirara todo.

- Si no te preocupes- respondió con la mayor tranquilidad que pudo dadas las circunstancias.

Ya estaba todo listo, un gran anuncio pidiendo matrimonio, velas, rosas, un lugar discreto, a media luz, perfecto (según su asistente) para la proposición de matrimonio de cualquier mujer, solo unos segundos más ya que algo que caracterizaba a la gran Frida Alcalá era la rigurosa puntualidad, su teléfono en ese momento sonó con un tono leve, indicando que había llegado un mensaje, pero  lo ignoró, no era el momento, ahorita lo importante era conseguir que ella quedara prendada de todo esto y dijera que sí.

La puerta hace ruido indicando que por fin ella estaba entrando, Dante se dió la vuelta y una música hermosa con violines hizo de fondo, para que el hiciera la proposición, al darse la vuelta preguntó:

- ¿Quieres casarte conmigo?

 A pesar de la simplicidad de las palabras Dante sintió que le desgarraban la garganta pero nada de eso le impactó más que al enfocar la vista al frente, a quien miró no fue a su escultural novia, sino a una pequeña mujer que se quedó sorprendida y estática en frente de él.

Pasaron unos segundos o tal vez minutos interminables, Dante había perdido la noción del tiempo observando la cara de esa pequeña mujer con hermosos y grandes ojos que parecía estar debatiéndose entre cuál de sus tantas opciones elegir, por Dios si solo existían dos, siendo claros y no por presumir pero no podría pedir mas en un hombre, tal vez se le haría demasiado para ella, sí eso debía ser- envaró más su cuerpo-. Debía detener esto, ella no era Frida y a pesar que a él no le interesaba más que hacer feliz a su abuelo sin importar con quien se casara, debía ser indispensable conocerla, debería ser algo básico para cualquier decisión de esta magnitud, ¿o no?.

Qué podría decirle a su abuelo para que no se sorprendiera o desilusionara con otra aparente negativa de su parte para hacerlo feliz, lo más claro sería que ella no era, en ese momento en el que quiso detener todo, ella respondió fuerte y claro, mirándolo directamente a los ojos.

- Sí quiero. 

Los ojos de Dante se agradaron de manera casi imposible por la impresión ¿Qué clase de bromita era esta?

Emilia no pudo más que sorprenderse de cómo esas palabras habían salido de sus labios, por lo visto se acababa de comprometer con un desconocido, sin saber que esto estaba apenas por empezar.

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