Trae una ensalada para la señorita. Está muy gorda...
Maila...
Lejos de todo, tenía ideas de cómo acabar con ese maldito matrimonio. Decirle a Hardin que el bebé era del señor Holloway fue una cobardía, lo sé. Pero necesitaba despistar. Sé que ahora él siente mucho odio hacia mí, y también sé qué se pasó de la raya cuando intentó matarme. Pero, ¿qué rayos? No esperaba esa reacción. El dinero que la cretina me dio solo sirvió para corroborar mi plan.
Corrí para cruzar la transitada carretera del Upper East Side, cuando un idiota en un auto negro casi me atropella.
– ¡Que te jodan! – le grité.
Aquel hombre hermoso ya me estaba esperando en el restaurante. No tenía ni un segundo que perder. Corrí lo más rápido posible y entré a ese lugar lujoso. Ok, hacía mucho que no frecuentaba sitios así.
Lo saludé antes de sentarme. Sus manos tocaron las mías, y sentí vergüenza por no tenerlas tan suaves como antes. ¡Maldita sea!... Aun así, seguía mirándolo con todo mi encanto, y con mis hermosos senos sujetos a la blusa, por supuesto.
– ¿Cómo estás,