Capítulo 4: Liberar enojo

Estaba molesto, sentía que en mi cabeza se había posicionado un dolor que estaba por explotar mi cabeza. Ya había pasado diez minutos desde el tiempo que le di para llegar a mi secretaria y ello, me estaba enojando aún más.

De repente, suena mi teléfono y veo el número de mi padre, sabiendo de lo que puede querer hablarme, desvío la llamada, pero casi de inmediato, llama Samantha, una de mis conquistas y la que menos me molesta. Curioso por su llamada, contesto la misma teniendo en mente que ella pueda liberar todo el estrés que la mañana me ha causado.

— Que milagro que estés llamándome, mi querida Samantha. — dice intentando mostrarse calmado.

— ¿Es verdad lo que dicen en las noticias? — pregunta directamente

— ¿Noticias? ¿De qué noticia me hablas?

— De tu divorcio y como la causa de este es tu esterilidad. — anuncia Samantha haciendo que la ira que estaba intentando controlar, fluya fuera de su cuerpo como una fuente de agua que libera todo el líquido de su interior de una manera majestuosa.

Es solo que, en el caso de Alessandro, era todo, menos majestuosa. Alessandro ni siquiera se preocupó en responder, sino que, colgó la llamada y busco en el navegador su nombre. De inmediato, aparecieron varios artículos sobre la conversación que hace poco más de una hora había tenido con su esposa.

Entre las noticias, había una fotografía de su esposa siendo interrogada saliendo de la clínica de fertilidad y como en cursiva, decía con sus propias palabras que la causa del divorcio era la esterilidad de su esposo.

Nuevamente, la llamada de su padre volvió a aparecer en el teléfono y con él, varios mensajes que lo enojaron aún más, al punto de estrellar el teléfono contra el suelo. Cuando lo hace, el ascensor se detiene en su piso y él implora que no sea su padre o alguien más que desee saber sobre la veracidad de lo que su esposa había anunciado sin su consentimiento.

Por fortuna, no era su padre, sino, su secretaria impuntual quien hiperventilaba por correr hacia él. Se veía bastante agitada, pero eso no le importaba a él. Ya que, era su problema venir tarde al trabajo y el saber el motivo de ello, le tenía sin cuidado. En estos momentos, no quería ver a ninguna mujer cerca de él y menos, si nos torpes e impuntuales. Justamente, como es su secretaria.

— Por fin se digna a llegar, señorita Morgan. — dice intentando sonar calmado, pero la vena a punto de explotar en su frente y la mirada llena de enojo, decía todo, menos calma.

— S-señor Delacroix, lamento haber llegado…

— ¿Tarde? ¿Lo lamentas? Señorita Morgan, a usted debería llamarle señorita impuntualidad y regalarle como día de la secretaria, un reloj y un mapa. Pero dudo que su torpeza le ayude a saber si quiera la hora. — la ataca.

— Señor, Delacroix. Cuando usted asumió la residencia, su padre le dijo delante de mí que yo estaba estudiando. Como estudiaba fuera del horario laboral, no iba a haber problemas con mi rendimiento durante el día.

>> Pero por consideración a mi situación, podría entrar una hora más tarde de lo normal y salir una hora más temprano para llegar a mis clases. Por lo que, no he sido impuntual. Sino que usted desea que cuando usted llegue yo estar aquí y para ese momento, escasamente estoy terminando mis clases. Por lo que, llegar aquí en un minuto cuando estudio al otro extremo de la ciudad, es imposible. Me esfuerzo en venir pronto y por eso llego antes de la hora de mi llegada pactada.

— ¿Entonces debo agradecer que llegues media hora después de mí en vez de una hora? — pregunta Alessandro con evidente molestia. — No voy a seguir discutiendo con una insubordinada. Si tan poco tiempo tienes para trabajar, recoge tus cosas y dedícate solo a estudiar. Así, yo busco una secretaria capacitada y no tengo a alguien como tú cerca de mí. — responde enojado.

— Señor, yo entiendo que pueda estar enojado por haberme retrasado en mi llegada. Pero estaba lejos de aquí y ni pude llegar a tiempo por el tráfico.

— Hoy es domingo, ¿Dónde pudiste estar si no tienes clases?

— Estaba en una… cita médica.

— ¿Me estás diciendo que hoy domingo te ha visto un doctor? — pregunta Alessandro incrédulo

— Si, señor. Me vio mi ginecóloga y ella solo podía atenderme hoy.

Kim sabía que no podía decirle que había robado un esperma que iban a desechar. Pero, Pero podía decirle que la vio la ginecóloga. Ya que, su mejor amiga Lu, es ginecóloga. Por lo que, no estaría mintiéndole.

Pensó que con eso, dejaría de molestarla. Pero pasó todo lo contrario. Para Alessandro, escuchar la palabras ginecólogo, le hizo recordar todo lo que pasó hace horas y como su esposa tuvo la osadía de decir su diagnóstico y posible divorcio a la prensa. Ello, lo hizo ver tan molesto que Kim retrocedió temerosa que explotara de la ira

— ¡Lárguese de aquí, señorita Morgan! ¡No la quiero volver a ver!

— Pero señor Delacroix, ni le estoy engañando, fui al ginecólogo hoy. Ella me atendió hoy en su consultorio. — insiste Kim y ello solo hace que Alessandro camine enojado hacia ella y la tome del brazo para caminar con ella hacia el ascensor.

— Te dije que te largarse. Si no te quieres ir, te sacaré de la empresa. Así, podrás ir a todas tus malditas citas sin llegar tarde a tu trabajo. — dice sin soltarla y por la fuerza del agarre, Kim gime del dolor.

Justamente cuando ella lo hace, el ascensor se abre mostrado al ex presidente y padre de Alessandro, Bill Delacroix, quien miraba la escena, sorprendido y por ello, salió del ascensor para rescatar a quien era su secretaria.

— Señor Delacroix, por favor, suélteme. Entiendo que le moleste que haya llegado tarde al tensado por mi cita con el ginecólogo. Pero no merezco que me trate así. Me está haciendo daño. — se queja Kim intentando soltarse de su fuerte agarre.

— Lo haré cuando te saque de aquí. No quiero verte más. — dice Alessandro para después arrastrarla hasta el ascensor desde donde viene su padre.

— ¡Suéltala ahora, Alessandro! — exclama con voz gruesa y firme.

Ambos levantan su mirada hacia el hombre con canas en su barba y es Kim quien gimiendo lo llama.

— Señor Delacroix — susurra en medio de gemidos lastimeros.

Bill Delacroix, se coloca frente a ambos y mira con enojo a su hijo quien no espera que lo diga una segunda vez, cuando suelta de mala gana a Kim. De inmediato, Kim acaricia su brazo ya rojo y marcado por los dedos de Alessandro.

— Kim, vete a casa y regresa mañana a tu puesto de trabajo. Prepara todo para mi regreso como presidente. Yo entraré a mi oficina a hablar ciertas cosas con él. Aplica crema para la herida y perdona a mi bastardo hijo por violentarte — dice mirando fijamente a su hijo quien solo levantó su mirada del suelo, cuando su padre anunció su despido.

— S-sí, señor. — susurra Kim y rápidamente regresa por donde vino, huyendo de la disputa que va a ocurrir entre el padre y el hijo.

Kim se marcha asustada y más se asusta cuando ve la prensa esperando en la entrada. Mientras ella se marcha de la empresa, Bill Delacroix entra a la oficina y viendo el desastre de la misma, entra a la sala de conferencia donde se sienta en su lugar como presidente de la empresa.

— Te preguntaré dos cosas y me vas a responder: sí o no. Primero, ¿es verdad lo de la esterilidad tuya? — pregunta su padre directamente.

— Sí, pero en realidad…

— ¿Quieres divorciarte de Yocelyn? — pregunta su padre interrumpiendo su explicación

— Sí.

— Perfecto. Hablaré con mis abogados para que la separación nos beneficie y arreglaremos un comunicado de prensa para arreglar este desastre. Así que, por ahora, no te reúnas con nadie mi hables con alguien sobre esto, ¿quedó claro?

— Sí, padre.

— Otra cosa, si quieres descargar tu ira, tienes un gimnasio en tu casa para hacerlo. Porque, si vuelvo a verte maltratando a esa niña, yo mismo te enseñaré que es descargar la ira en alguien más pequeño que tú. — le amenaza y Alessandro asiente.

— Esta bien, padre. Lo que digas. — murmura manteniendo encerrado su enojo.

Este problema, iba a cambiar la vida de ellos. No poder tener un hijo, era un problema que ahora es público, sumado a eso, el divorcio y si Kim decide denunciar su violencia, Alessandro, no saldría de la mirada pública donde le iría muy mal tanto a él como a la empresa. Algo que ni pueden permitirse.

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