Narrador Omnipresente
Los esposos Delacroix se miraban fijamente. Ninguno quería ceder y es que nada relacionado a su pareja, era algo fácil de soltar. Sobre todo, cuando ambos son celosos y desconfiados. Por eso, la guerra de miradas y miedos, era evidente.
— Dime algo, Alessandro, ¿no confías en mí?
— Confío en ti, más que en mí.
— Entonces, ¿por qué haces esto? — pregunto sería.
— Porque no quiero que alguien vea tu magia. Tengo miedo de que alguien más vea tu brillo.
— Alessandro…
— A mi alrededor, antes que Asher y tú, llegarán a mi vida, lo tenía todo, pero, no lo disfrutaba. Fuiste tú quien me enseñó a amarte y ver a mi hijo, como lo que más debo de amar y no, un requisito para tener la presidencia o complacer a mis padres.
— Eso no fue algo que te enseñé. Fue algo que aprendiste por ti mismo, Aless. Date crédito por lo que aprendiste por tu propia cuenta.
— Eres luz, nena. Eres una mujer que me ayuda a ser mejor sin obligarme a serlo. Soy mejor de lo que pensé ser, porque está