Paola también tenía lágrimas en los ojos cuando susurró:
—Te quiero así…
—Pero soy un hombre malo… —insistió él, con el rostro bañado en desesperación—. Soy un abusador, ni siquiera respeto a las mujeres.
Su voz se tornó aún más sombría cuando agregó:
—La última vez, te até las manos y las piernas…