Mariana bajó la cabeza y se cubrió con la manta. Walter supo que se sentía avergonzada, así que miró hacia un lado y bajó la mirada.
—Tú, ¿no ibas a preguntar cuándo vendría la electricidad? ¿Puedo irme? —preguntó Mariana en voz baja.
Walter, en un estado de pánico, tomó su teléfono, olvidando incluso que debía responder. Su corazón latía descontrolado, como si no le perteneciera. Marcó el número del mayordomo de la villa, y al otro lado, rápidamente se escuchó una disculpa.
—Señor Guzmán, ¿lo estoy molestando? Disculpe, hubo una explosión en el cableado cerca de la villa, estamos en reparación. ¡Lo siento mucho!
—¿No habrá electricidad esta noche? —Walter frunció el ceño, sin olvidar echar un vistazo a Mariana.
El tono del mayordomo era muy humilde. —Sí, señor Guzmán. No solo se dañó el circuito, también hay un bloqueo en la carretera, el cable se cayó. Lo siento de verdad, haremos todo lo posible para repararlo antes de mañana por la mañana, ¿está bien?
Walter apretó los labios. A él