Mariana bajó la cabeza y recogió su ropa. Los agujeros en la tela parecían recordarle lo que había sucedido hace un momento en Ciudad de Fantasía. Al mirar hacia abajo, sus zapatos y pantalones estaban sucios.
Tan tarde sin regresar, su papá seguramente la estaba esperando en la sala. Cuando la viera así, seguro pensaría lo peor. Mariana suspiró, resignándose a la situación.
—Gracias, señor Guzmán, lamento causarle molestias —dijo con una sonrisa, su tono suave.
Sin embargo, esas palabras tan formales incomodaron a Walter. Desvió la mirada hacia la ventana y dejó de hablarle.
Mariana sabía que a él no le gustaba que lo llamara así, pero a veces se le escapaba.
Al llegar a casa de la familia Guzmán, ya eran las tres y media. Walter abrió la puerta y encendió todas las luces. Le ofreció unas pantuflas a Mariana, quien se las puso y lo siguió hacia la sala.
Al entrar, pudo ver un enorme árbol de Navidad frente a la ventana. Estaba adornado con luces de colores que parpadeaban.
Debajo del