En la cima del Monte Serpiente, la multitud se agolpaba, creando un ambiente tan animado como una ola de calor abrasador.
Mariana contemplaba el verde intenso del bosque y la sinuosa carretera, sintiendo una emoción creciente.
De repente, se escuchó la voz de Yolanda a su lado: —¿Tú también quieres hacer una vuelta?
Mariana se volvió para mirarla.
Yolanda vestía de negro, con una máscara y un sombrero que cubrían la mitad de su rostro, dándole un aire de misterio y discreto a la vez.
—¡Jaja, siempre sabes lo que quiero! —respondió Mariana con una carcajada.
Esa noche, su atuendo era especialmente llamativo: una blusa corta negra que resaltaba su figura, falda-pantalón que mostraba sus largas piernas, su cabello rizado que caía sobre los hombros y un maquillaje impecable que la hacía destacar en la multitud, como una auténtica chica atrevida.
Yolanda señaló con la barbilla hacia el área de inscripción y dijo: —Entonces ve, pero recuerda, la seguridad es lo primero.
Mariana se sintió un