En la playa, los bikinis eran una constante. El sonido de los niños riendo llenaba el aire.
Mariana miraba a los pequeños a su lado, sonriendo con ternura.
—Qué adorables.
Walter estaba respondiendo mensajes y, al escuchar a Mariana, siguió su mirada.
Un niño estaba sentado en la arena, sosteniendo un vaso de jugo y haciendo burbujas con la boca. La luz del sol iluminaba su figura, resaltando la ternura de los bebés.
Mariana no pudo evitar mirar a Walter. Cuando apenas empezaron a salir, siempre pensaba en lo hermosos que serían sus bebés. Quería darle un bebé a Walter, un fruto de su amor.
Después de casarse, se dio cuenta de que si un hombre no te ama, hasta mirarte le resulta molesto; ¿cómo podría tener tiempo para estar contigo? Pero también hay hombres que no te aman pero no te sueltan. Quieren tu corazón y también tu cuerpo.
Ahora le agradecía a Walter, al menos él la mantenía en un tormento físico.
—¿Prefieres un niño o una niña? —preguntó Walter, rompiendo el silencio.
Mariana