Mariana vio en él una humildad palpable. También notó una indescriptible sensación de impotencia en este hombre que estaba en la plenitud de su vida.
Sus logros eran tan grandes y su estatus tan elevado que Mariana, casi instintivamente, lo percibía como alguien mayor y más maduro.
Pero al reflexionar, se dio cuenta de que solo era dos años mayor que ella.
—Mira cómo te comportas —No es que no le diera oportunidades a Walter.
Por ejemplo, ahora, a pesar de llevar ropa ligera, se mantenía allí, en ese frío, hablando con él.
—¿Vas a venir a mi casa mañana por la noche? —preguntó él en voz baja.
Era evidente su falta de confianza, temía que Mariana lo rechazara.
—¿No está tu mano aún sin sanar? Yo le prometí a tía y a abuela que iría a cuidar de ti. Así que, por supuesto que iré —Mariana inclinó la cabeza.
La tenue luz del farol iluminaba su figura. Seguramente no sabía lo seductora que se veía con esa leve inclinación, tan despreocupada.
Walter realmente quería abrazarla. Incluso le bast