Su expresión era especialmente fría, y en sus ojos, llenos de un profundo resentimiento, se reflejaba una intensa desolación.
Eduardo se quedó sin palabras. En ese momento, el jefe de la comisaría no podría ayudar a Eduardo.
El mensaje de Walter era demasiado claro: quería enviar a Jimena al infierno. ¡La señorita de la familia López, realmente había cometido un error! Tenía una vida tan buena y, sin embargo, había decidido entregarse a la policía. Con su estatus, si la condenaban, seguramente no le esperaban días buenos...
Eduardo se sintió frustrado y a la vez indignado. La expresión de Walter era gélida.
—Jefe, ¿debo regresar mañana? —preguntó Walter, lanzando una mirada fría al jefe.
El jefe negó con la cabeza; entendía lo que Walter quería decir.
Walter asintió levemente y luego se levantó. Al salir, se cruzó con Eduardo.
Eduardo se dio la vuelta y lo siguió. —¡Walter!
Walter no respondió, simplemente continuó su camino hacia la salida. Había venido solo, mientras que Eduardo habí