Capítulo 11

—No te molestes conmigo. La culpa es tuya, por contar los sucesos de tal manera que me dejas intrigada, necesito detalles de ese papacito. Y de ese grandioso beso, que estoy segura, no fue casualidad.

Pero le cierro la puerta en las narices. Sin embargo, eso no detiene la curiosidad de mi amiga, que sigue acribillándome con preguntas tontas. Bueno, me siento estúpida al sentir lo que siento por ese imbécil. ¡Ay! Estoy odiándome tanto por seguir excitándome, como si nadie nunca me haya besado como él lo hizo. Bueno, así es, pero no debo. Es pervertido, grosero. No debo dejar que mis bajos instintos sucumban en este torbellino imaginario de placer, que nunca más volverá a repetirse.

Me lavo la cara y al salir del baño, lo primero que hago es levantar la mano para frenar el interrogatorio de mi amiga.

—Ya es tarde, quiero dormir —le digo, levantando la mano para detener sus preguntas, mientras camino de vuelta a la habitación.

—¡Por favor! —suplica Amelia, uniéndolas manos—. Solo dime si
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